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16 jun 2021

Un solo Maestro (y el marido)


 

Tuve un sueño. No un sueño cualquiera. Este sueño, cuando desperté, sabía que debía de anotarlo para pensar en ello más descansadamente cuando regresase del trabajo porque, sonriendo me dije, este sueño era enviado por mi Padre.

Yo llevo muchos años, incluso antes de conocer al que sería mi amado esposo, arrastrando una parte de mí que es un mal que me hace daño, no solo a mí, sino al que lo sufre conmigo. Soy una persona muy orgullosa cuando se trata de enfados, aunque según con quién lo demuestro, mucho o poco. Suele pasar que con la persona con la que más tiempo pasamos, con la que más confianza tenemos, con la que poco o nada podemos disimular ser otra cosa que lo genuinos que podemos llegar a ser cuando bajamos la guardia de nuestra apariencia, ante la comodidad del paso del tiempo... es la persona con la que descargamos lo que realmente tenemos en nuestro corazón. ¿En este caso? Mi esposo.

Mi madre me decía, que de pequeña, era una niña muy dicharachera, alegre, que hablaba mucho. No sé porqué, no lo recuerdo cuando, pero yo me recuerdo a mí misma ya siendo una persona totalmente distinta a lo que mi madre predicaba de mí. Me volví introvertida, callada, silenciosa, solitaria. Cuando conocí quién era Jesús y decidí someterme a su amor, cambié mucho, pero no lo bastante y cuando mi marido me conoció, yo había mejorado mucho y el Señor había trabajado mucho en mi corazón. Pero sin ahondar mucho en el tema, que no viene más al caso de lo que voy a contar, el caso es que, a causa de esta personalidad que nueva nació en mí en mi pubertad (probablemente), cuando tengo un roce con mi marido, parte de esa personalidad vuelve y me convierto en un ser frío, distante y poco comunicativo. Es un área de mi vida que nunca le entregué a Dios completamente y él, como caballero que es, no entra si no es invitado.

¿Sabes de esa sensación de que hay cosas en tu vida que haces mal, pero no haces mucho, poco o nada para solucionarlo? No es quizás un gran mal, o ya lo habrías solucionado. Es algo que, en diferentes momentos de la vida, sale porque lo provocaron a salir (analogía de la botella/naranja)  y te fastidia, pero luego se pasa y te olvidas. Lo olvidas porque no es algo recurrente, sino, no lo podrías olvidar. Esto me pasa a mí. Hablemos del sueño.

Dios me mostró en claras imágenes que aún tengo frescas en mi mente, mi corazón. El daño que le estaba haciendo a mi marido con mi terquedad, al seguir estancada en mi orgullo en los enfados, y lo poco que reflejaba Su carácter. ¿Acaso no lo sabía ya? Sí, pero como dije antes, al no ser algo recurrente, cuando luego estábamos por una buena temporada de llevarnos bien y ser felices en el paraíso ¿quién se acordaba ya de esa mala actitud? Pues mi Padre que no me quita ojo. Y no es que a lo largo de los años él no me lo hubiera dicho en multitud de veces, es que yo preferí ignorar. ¿Por qué ahora es diferente? Porque ahora mi corazón está más dispuesto a obedecer. Mi deseo por ser como él es creciente y ya no lo puedo dejar pasar por más tiempo. Pero ¿podría seguir ignorando la llamada? Sí, porque Dios no nos empuja ha hacer las cosas. Nos guía (si nos dejamos)


Tres días después, en mis tiempos devocionales con mi Padre me dijo algo más. Me dijo que debía de amar a mi marido con Su Amor. Como él me ama a mí, así yo debía de amar a mi marido. ¡Y ahora me dirás que es algo fácil eso de amar! Te animo a que estudies los evangelios en la vida de Jesús (como mínimo) para que entiendas a qué amor se refiere. Solo te voy a decir dos palabras: Servicio  y Sacrificio.  ¿Cómo es un amor de servicio y sacrificio? Te lo explico en este artículo.

Se lo conté a mi marido y viendo mi arrepentimiento en mi rostro (al tiempo de que asentía al estar de acuerdo con mi Señor), quiso aligerar mi carga con frases del tipo: No pasa nada. Yo te quiero como eres. No le des más vueltas. Pero no, no es algo para dejar ni pasar por más tiempo. ¿Cómo sino voy a mejorar para parecerme a mi Maestro? Me paso los días, meses y años rogándole a Dios que me muestre lo que hay mal en mí y su Espíritu Santo, al tiempo que sabe que yo puede reaccionar a eso, me lo dice y si no obedezco... ¿entonces para qué tanta rogativa? Aquello me hizo pensar en mi papá.

Mi papá, como muchas personas, tiene muchos maestros en la vida de los cuales aprende ¿Bien? ¿Mal? ¿Regular? El ser humano tiende siempre a querer romper las normas, a vivir una vida cómoda sin ataduras y cuando algo le gusta, lo aprueba y lo ve bueno. ¿Para qué tener muchos maestros? Para coger de cada uno lo que a mí me viene bien para seguir viviendo la vida que yo quiero. Los maestros de cualquier cosa deben enseñar a sus alumnos sus doctrinas, temas de enseñanza en su plenitud, tanto si algo les gusta como si no, si tú decides seguir a ese maestro, debes de saber que habrá cosas en su temario que no te gusten, pero tienes que estar dispuesto a aceptarlas, con la convicción, de que ese maestro, sabe lo que es mejor para ti.


Vamos a suponer que decides seguir al maestro Perico de los Palotes y todo va bien con él y contigo porque hasta el momento, no ha tocado nada de lo que en tu vida haces que te gusta para denegártelo. En el momento en que Perico te dice: Oye, Jaimito, no es bueno ni apruebo que juegues con un balón naranja de cuadros porque es perjudicial por tal y cuál. Resulta que es tu balón favorito, con el que pasas horas jugando y, bajo tu percepción de las cosas, no te parece que sea  malo. Entonces llegas a la conclución de que. esa declaración, te molesta. La conclusión es que decides quedarte con la parte de la doctrina que te satisfizo en tus deseos diarios y marcharte en busca de otro maestro que apruebe tu balón. ¿Qué pasa? Que cuando el siguiente maestro toque otra cosa que te guste, volverás ha hacer lo mismo. ¿Entonces? Parece ser que no nos gusta que nos digan lo que está mal y nos quiten cosas que nos gustan de nuestro día a día si nosotros las catalogamos como buenas. Pero, ¿no es ese acaso el trabajo de los padres? ¿No saben ellos acaso más que sus niños y les ayudan a tomar las mejores decisiones, aun cuando el niño no entiendo el razonamiento de sus padres? Dios es Padre.

Lo mismo sucede con puntos de las enseñanzas de ese maestro. Nos parece que no llegamos. Son enseñanzas donde uno dice: "Bueno, yo lo intenté, me gustaba, pero no pude hacerlo, no podía, no llegaba, no tengo la voluntad..." Esto también te hace cambiar de maestro a otro con enseñanzas más acorde y accesibles con nuestras fuerzas o "voluntades". 

¿Por qué tener a Jesús solo como Maestro?

En Israel, seguir a un maestro, o rabí, partía de la iniciativa del discípulo, quien lo elegía, lo cambiaba o podía tener varios maestros. En el caso de Jesús todo es distinto. Él es quien nos dice: "No me habéis vosotros elegido, fui yo mismo quien os elegí " Jn 15:16

Cuando tú no puedas, si hay algo que ves que te faltan las fuerzas, que te cansas de hacerlo y no lo consigues, el Espíritu Santo te manda las fuerzas para continuar. No estás solo, no es una carrera en solitario y no tienes que frustraste de ver que lo intentaste y no llegaste, porque Jesús te dice: Asi que no depende del que queire, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia -Rom. 9:16-

En esta carrera de humildad, los discípulos de Jesús nunca llegarán a ser Maestros, pues aún los maestros que enseñan Su Palabras siguen aprendiendo del Maestro principal constantemente. No existe esa competitividad entre discípulos, en ver quién alcanza el siguiente escalón, porque Dios nos puso a todos en el mismo nivel y nos bendijo con ser eternos discípulos donde nos maravillemos cada día con algo nuevo que aprender de él.


Dios es un Dios de amor, pero también es un Dios que aborrece el pecado y el mal. No te quepa la menor duda de que, si quieres poner en práctica las enseñanzas de Jesús y recibir los beneficios de cobertura, también tendrás disciplina para cuando te salgas de ellas. Qué mal suena esa palabra, disciplina, pero no te asustes, las connotaciones que tiene a día de hoy solo se las hemos dado nosotros, porque escrito está, Dios disciplina al que ama, porque aún el padre terrenal que ve a su hijo hacer algo malo, se enfada y lo castiga, para que aprenda el niño a que aquello que hizo o dijo no está bien y que no debe de volverlo hacer. Ahora imagina las dulces y amorosas palabras de Dios diciéndote lo mismo, en vez del enfado feroz en los  ojos de nuestros padres aquí en la tierra.

Seguir a un solo maestro es como el matrimonio. Para lo bueno y para lo malo y si tenemos que ceder y dejar de hacer cosas por amor a la persona con la que nos casamos, para prosperar en una relación cada vez más fructífera y sana, entonces hay ceder sin resentimientos ni queja, sino con la perspectiva de que será para mejor. En este caso, el que siempre tendrá que doblegar su orgullo serás tú, porque Dios Maestro siempre tiene la razón y porque Jesús ya se doblegó bastante como para darnos su ejemplo cuando vino a la tierra. (Te lo explico en el artículo de Servicio y Sacrificio)

Por eso comentaba en La Escuela del Espíritu Santo lo bueno que era aprender del propio Maestro sin intermediarios, recibiendo las enseñanzas puras y duras del que las creó, porque el mensaje viene del original sin filtros humanos (aunque confiamos en que los maestros que Dios ha establecido en la tierra, son fieles discípulos en los cuales confiar)

"No será tu maestro aquel a quien escuches, sino aquel de quien aprendas;

Ni lo será aquel que te dé explicaciones, sino aquel que deje en tu corazón huellas de su enseñanza;

Ni lo será el que te invite a entrar por la puerta, sino el que te descorra la cortina;

Ni aquel que te ofrezca sus palabras, sino aquel que excite en ti sus mismos estados espirituales."

 

Creditos: https://fraynelson.com/biblioteca/vida_espiritual/vida_consagrada/Jesucristo_unico_Maestro.htm

 

 

 

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