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6 feb 2021

~ Lavando Pies ~

 


Podría hablar perfectamente del comportamiento del ser humano en esta pandemia acerca del "amor propio" que tanto se demanda, pero resulta que no es un comportamiento que, aquí nosotros, hallamos desarrollado a causa de esta situación. No es algo, tampoco, que se hubiera desarrollado en las guerras mundiales que tuvimos. No es algo de lo que estemos hablando de hace algunos siglos atrás. Vamos a hablar del presente continuo de este comportamiento que siempre se ha declarado en nosotros como una soberbia disfrazada, un egocentrismo que nos han inculcado en base a cuidarnos del mal de otro ser humano, a levantar unos estándares que nos hace sentir que estamos por encima de los demás y a querer imitar lo que otros nos hacen diciendo: "Así como tú me trates, así te trataré yo"

 

Juan 13:3-5

"Jesús sabía que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas y que había venido de Dios y regresaría a Dios. Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura  y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura."



Dado el registro histórico que tenemos, sabemos que Jesús estuvo en la tierra y sabemos cómo era la tierra en su tiempo. No había asfalto en las carreteras, no existían las zapatillas deportivas ni los calcetines ¿Sabes cuánta roña, polvo, suciedad podrían acumular esos pies por entonces? ¡Nadie que te rodease querría tocártelos! Mucho menos si tenías heridas a causa de la gravilla o de alguna pelea. Sin embargo, habían personas que se dedicaban a lavar los pies de los demás, los que tenían sirvientes en sus casas ¿quiénes? Los primeros en la escala de lo más bajo. No había otra posición más degradante, ni humillante que esta que la de lavar los pies sucios de una persona que sentía que estaba muy por encima de tí. ¡Tanto! que ni sus propios pies se podría lavar.

Jesús, en el conocimiento de que era Hijo de Dios, de que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas, en esta plenitud de quién era él, se puso en una posición de servicio a lavarle los pies a sus discípulos (recuerden toda esa suciedad acumulada).  Algo tan increíble como si el mismo rey de España viniese a tu casa con un barreño, agua calentita y una esponja super suave para masajearte los pies después de un día duro de trabajo y no sentirte superior al rey por ello.

¿Qué nos dicta la sociedad respecto a este acto criminal de servidumbre? Las distintas personas que escucharás como amigos, enemigos, psicólogos, padres... es que, debes elevar tu posición frente a los demás, entender tu valor para que te respeten. Esto quiere decir: "A mí no me vas a tratar así. Yo merezco que me trates de tal manera. Encuéntrate a ti mismo. Siéntete seguro en ti mismo. Yo, yo, yo, yo, yo, yo...." Sin embargo, cuando lees la Biblia, solo lees: Dios, Dios, Dios, Dios...



Juan 13: 12-17

 "Después de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, se sentó y preguntó:

—¿Entienden lo que acabo de hacer?  Ustedes me llaman “Maestro” y “Señor” y tienen razón, porque es lo que soy. Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros.  Les di mi ejemplo para que lo sigan. Hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes."

 En resumen: Si Jesús siendo el Señor, si Jesús siendo el Maestro, actuó en humildad dando ejemplo, así tenemos que hacer nosotros. Él es la barra a imitar, no al resto del mundo, no a la sobrevaloración que el mundo nos quiere dar, sino actuando en humildad y total sumisión a Jesús.

 Al estudiar a la persona de Jesús, vemos que él nunca actuó sobrevalorando su vida. Él no acaba las frases con un: "¡A ver! Pero Yo Soy el Hijo de Dios y no me besáis lo bastante los pies ¿vale?" No, para nada y nunca verás esto en la Biblia, tanto si la quieres leer al derecho como de al revés. Jesús entendía a la perfección, más que tú y que yo, que era Hijo de Dios y que no necesitaba ni la aprobación ni la validación de nadie para hacer lo que hizo y vivió en humildad y sumisión a su Padre. Reconociendo otra autoridad a la que someterse que no era la de uno mismo. Pero nunca estuvo en la posición de "Trátame como me merezco" elevándose a sí mismo a una posición superior a los demás por quién era. Porque podría haberlo hecho, y no lo hizo.  Porque entonces estaría siendo soberbio y egocéntrico y su mensaje de ser humilde y de ser igual a los demás no habría servido para nada.

 


¿Dónde ponemos la barra de medición cuando hablamos de amor propio? La ponemos en nosotros mismos y en cómo, según cree cada uno en su propia estimación, debo de amarme , cuánto he de amarme, cuánto he de valorarme y en base a mi amor propio amaré a otras personas.  ¡Qué mala, malísima enseñanza y egoísta es la de "Así como tú me trates, yo te trataré" ¡Cuánta soberbia y altanería disfrazada hay en esa frase! ¿Cuántos escalones en el estatus social estás por encima de mí cuando dices eso? Sí al menos todos nos portásemos bien, todos nos trataríamos bien, aún sería algo... pero si te tratan mal, ¿te portas mal? ¿Estás tratando de dar lecciones, ¡Tú, simple mortal imperfecto! de cómo comportarse cuando a la vuelta de la esquina estás hiriendo a otra persona y esperas que te sigan tratando como un rey? Cómo del dicho al hecho hay un trecho, todos sabemos la teoría de "Como yo no quiero me traten así, voy a tratar a los demás como a mí me gustaría que me tratasen" Qué lejos queda eso de la práctica diaria y cuando nos hieren, no nos sale "la diosa que tenemos dentro" sino la bestia disfrazada llena de orgullo dispuesta a devorar al que nos pisoteó.

 

Nuestro concepto del amor es egoísta, subjetivo, cada uno opina una cosa diferente de la palabra "amor" y buscamos nuestro propio beneficio, pero cuando conoces a Dios como la definición de Amor perfecto, yo ya no encuentro diferencias, ni otras medidas, porque él es la definición de amor. Jesús reflejó el perfecto amor del Padre en perfecta sumisión y como el Padre lo amó a él, Jesús nos ama a nosotros  "Imitadme" dijo.

 


Juan 15: 12-13

 "Este es mi mandamiento: ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado.  No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos."

 

Amarnos como Cristo nos amó, no como tú consideras que sea bueno o no amar a este o al otro, no como tú estimes subir escalones para amarte más que el de al lado, no porque tu merezcas que te amen como tú te amas a tí mismo....

Cristo nos amó en un amor humilde, sacrificial, con gracia, con misericordia, con perdón... Nosotros le amamos porque él nos amó primero y somos llamados a reflejar su amor, a imitarlo y a someternos a él, para seguir siendo llenos de ese amor puro y perfecto, y no a nosotros mismos.  

Por lo tanto el "así me trates, así te voy a tratar" para mí es un: Si aún me tratas mal, yo te seguiré tratando bien, sino me respetas, yo te voy a respetar y si no me quieres perdonar por mis errores, yo sí te voy a perdonar, porque Jesús lo hace por mí a diario y me hace sentir bien, yo también quiero hacerlo para con los demás. Porque no voy esperar sentada que todos me adoren y alaben (porque los demás están esperando lo mismo, por lo tanto, nadie dará el paso primero) y porque quiero imitar al que primero lo hizo dando ejemplo, Jesús, y su perfecto amor para con todos. Porque no me voy a encadenar a los pensamientos de una sociedad que me llama a imitar a todos y cuantos me rodean, cuando cada haciendo una cosa distinta a su bien parecer. No voy a imitar a seres imperfectos que fallan constantemente y que demandan de mí lo que no están dispuestos a dar a otros.

 


La sociedad es cada vez más y más egoísta a medida que pasan, no los años, sino los meses, con una velocidad que hace daño y que nos hace daño y que nos distancia los uno de los otros. Crea desconfianza, levantamos muros para protegernos antes de que nos estén tirando piedras. Nos individualizamos y nos quedamos dentro de nuestra burbuja individual o familiar y no queremos saber del problema que tiene el de al lado, lo conozcas o no. Cada vez nos cuesta más entendernos, respetarnos, ponernos de acuerdo, dar segundas y terceras y cuartas... oportunidades a las personas (las mismas que quisiéramos que nos dieran a nosotros). La misericordia y el perdón brillan por su ausencia y todo lo que no sea el amor a uno mismo y/o a mi ser querido más cercano, ¡extra-cercano! no me importa.

 

Es tan triste y erróneo lo que se nos está diciendo que nos damos cuenta del mal cuando nos pasa a uno mismo. Cuando mi esposo no me da esa segunda oportunidad para restaurar mi matrimonio, cuando me comporté mal con mi amiga y ahora ésta me clava los dientes con patadas verbales por un error que causé, cuando estuve en un aprieto económico y ninguno de los que consideraba amigos y/o familiares se apiadó de mí. Cuando estuve muy enfermo en el hospital y nadie vino a visitarme porque estaban "muy ocupados" viviendo sus vidas. Cuando quise suicidarme porque no recibí las alabanzas y el reconocimiento que me dijeron que merecía o cuando mis padres me echaron de casa porque no llegué a sus expectativas en la universidad. Cuando me consideraba la más hermosa de mis amigas y mi novio me dejó por otra y solo pensaba en lo malo que había en mí por ser pisoteada.

 

Estas y muchas otras cosas están a la orden del día por tan malas enseñanzas y con las redes sociales no podemos hacernos los ignorantes, porque se ve un día sí y otro también. ¿Qué vas a hacer tú?

 


Mi identidad y aceptación está en Cristo. El que no falla, ni abandona, ni me llama por mi pecado. El que me acepta con todos mis faltas y tropiezos y NUNCA me los saca para restregármelos. Siempre es fiel, es un hombre de palabra que cumple lo que promete y nunca hizo, ni hace, ni hará nada por egoísmo, ni para beneficiarse de mis infortunios. Siempre me está amando. SIEMPRE.

 

 

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