Este blog funciona mejor con
Google Chrome

8 oct 2020

Dar Gracias no es suficiente

 

Siempre que salimos de nuestra querida y amada zona de confort es cuando vienen las inseguridades, las dudas, el temor a lo desconocido, los sudores, los temblores, el mal estar y el desasosiego. ¿Te acostumbras a que cada tanto la vida te saque de tu zona de confort o más bien te acostumbras a la seguridad de lo que ya conoces? Más bien lo segundo ¿verdad?

Mi zona de confort es todo lo que me crea paz, tranquilidad y sosiego. Me permite dormir plácidamente por las noches y respirar profundamente por las mañanas. Pero me hago a la idea de que el resto de habitantes de este planeta tiene mi mismo “problema”, que llegan momentos donde hay que salir y enfrentarnos a los que tanto nos causa pavor, terror, incertidumbre, pereza, miedo o sea cual sea el sentimiento que te oprima.



Mi dependencia en Dios flaquea cuando salgo de la zona de confort, en vez de afirmarse más todavía. En cierta manera sí se afirma, porque estoy constantemente con la misma plegaria en la boca: “Señor, ayúdame. Señor, no me desampares. Señor, que todo me vaya bien. Señor…” Así todo lo que dure el proceso de estar fuera de la tranquilidad de mi zona de confort, pero digo que flaquea porque voy con dudas haciendo las cosas, acabo mi tarea con muchos sudores. Camino con miedo hacia mi siguiente destino de la mañana y voy preparando mentalmente planes para conseguir que todo me salga bien. A todo esto le sumamos las constantes plegarias mentales que expuse arriba.

Durante estos ocho días me he encontrado con lo mismo, TODOS LOS DÍAS.

* Yo iba con inseguridades y miedos esperando lo peor y el Señor me mostraba amor y compasión en todas las casas en las que he ido.

* Yo iba esperando ciertos problemas que no sabría si podría conseguir y llegado el momento, el Señor me enseñó a tener determinación en algunos casos y en otros, simplemente, pura misericordia ayudándome.

*Yo iba con planes para hacer mis cosas y cuando he llegado a donde tenía que ir, Dios me mostraba su Poder enseñándome que solo Él tiene el control.

*Yo iba con mis dudas de si podría hacer bien mi tarea, pero al final de mi jornada, todo había salido bien.

 Si hubiera tenido más fe, hubiera tenido menos dolores de cabeza. Si en verdad me hubiera creído 100% todo lo que me iba repitiendo por el camino, no habría estado tan nerviosa. Si hubiera dudado menos del Poder de su Palabra, yo habría estado más confiada. Al final de cada mañana, ver que todo había salido superior a mis expectativas era como recibir un guantazo de realidad que me mostraba, como durante estos ocho días, yo no había confiado en quién yo quería depositar mi confianza. Yo había estado clamando TODOS LOS DÍAS a Dios exponiéndole mis miedos cada mañana que salía de mi casa, hasta que regresaba y TODOS LOS DÍAS me ha estado contestando mostrándome su gracia. Yo había estado todo el tiempo dudando de si saldrían bien las cosas o no.

Durante ocho días he estado fallándole de forma consecutiva y durante ocho días él ha estado mostrándome su amparo de forma consecutiva.


Después de ocho largos y costosos días de trabajo, hoy me dieron tremendas ganas de llorar por la calle al recapacitar y darme cuenta de todo esto. ¿Sabéis de esa sensación de querer agradecer a alguien el favor más grande que te haya hecho y no poder devolverle el agradecimiento de ninguna de las maneras humanas, salvo el de poder decir “gracias”? Y acto seguido de darte cuenta de que nada puedes hacer para agradecerle a ese persona lo que ha hecho por ti ¿no te has sentido totalmente desagradecido? ¿Y te has dado cuenta, también, de que decir “gracias” tropecientas veces no te satisfacía? No es la primera vez que he tenido este sentimiento, la emoción de sentir que esa palabra, “gracias” no era suficiente para descargar mi alegría. De sentir que el significado de esa palabra se quedaba corta para demostrar el agradecimiento que sientes. De sentir que repetir una y otra vez la misma palabra no llegaba al nivel, a la magnitud de lo que la otra persona había hecho por ti. Yo hoy me he sentido muy desagradecida y no he encontrado palabras que llegaran a expresar, cuán agradecida estaba.

En nuestra naturaleza humana, nuestra tendencia es siempre devolver los favores, a modo de recompensa por el esfuerzo de la otra persona que te ayudó. Yo, en este aspecto, siempre me acuerdo de mi suegra. Cada vez que le haces un bien, ella luego tiene algo preparado para ti para agradecerte lo que has hecho por ella. Y en nuestra naturaleza y en nuestra cultura humana, es frustrante no poder devolver el favor a la persona que tanto hace por mí TODOS LOS DÍAS.

Pero yo no puedo devolverle el favor a Dios poniéndole flores, o encendiéndole una vela  o haciéndole promesas que como humana, no voy a ser capaz de cumplir, simplemente porque en el fervor del momento yo crea posible que lo vaya a hacer. 



En realidad, nada tengo para pagar por lo que me da de forma incondicional y gratuita, porque aún mi vida le pertenece y con manos vacías me presento delante de él todos los días y sin poder ofrecerle nada, tal como soy con mis fallos, defectos, deslealtades hacia él, rompiendo promesas, fallándole con falta de fe… aún con todo, Él sigue extendiendo su brazo fuerte para sostenerme. Siempre me perdona, siempre me recoge, no me guarda rencor, nunca me recuerda luego mis ofensas, nunca me lanza indirectas, no me mira de reojo y nunca me llama por el pecado que he cometido, sino por mi nombre.

Él solo me pide una cosa, solo una nada más. “Confía. Yo Soy

 

¿Cuántas personas conoces que haga todo esto?




No hay comentarios:

Publicar un comentario

*O* Por favor... lee bien la entrada antes de postear.
♥ Gracias ♥

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...