Si hay algo que a todos
nos maravilla de Dios es el modo en el que tiende a coger un día ordinario y
cualquiera y transformarlo, darle la vuelta. Hacerte pensar “pero si yo hoy
solo tenía planes de estar en casa y descansar” O quizás “me estaba lavando los
dientes, como siempre, cuando me ha sobrevenido esto. No me lo esperaba” Bien
el día se convierte de repente en una gran bendición, bien se convierte en lo
que aparentemente parece un grave problema que te deja en estado de shock. Dios viene como un fuerte
torrente que derriba todo lo que tú creías tener controlado.
Ex. 3 Moisés
estaba apacentando las ovejas de su suegro un día, como otro cualquiera, como
muchos días previos ya. No sintió nada distinto en él cuando se despertó, no
tuvo ninguna sensación de sospecha. Todo parecía indicar que sería un día más
en su vida cotidiana.
Mi marido, a veces cuando
estamos de bromas, a veces cuando me lo dice con seriedad, me ha preguntado en
repetidas ocasiones “¿No te has sentido sola?” O “¿Vas a ir sola?” A lo que yo siempre
le he respondido “No, cariño. Yo nunca
estoy sola”. Amén. Moisés tampoco estaba solo, aunque él no lo supiese Dios
pensaba en él y tenía planes para él y de un día para otro, sin verlo venir,
sin esperarlo, sin buscarlo, sin desearlo… Dios lo llama y Moisés respondió. Ya
no volvería este gran profeta a la vida que tenía antes después de contestar
“Aquí estoy” No después de conocer la Gloria del Dios de sus padres.
Déjame ponerte un ejemplo
de primera mano. Yo también me desperté una mañana como otra cualquiera, sin
expectativas de nada grandioso hasta que sonó mi teléfono con una oferta de
trabajo de manera inesperada. Debía de sustituir a una mujer que cuidaba de dos
ancianos con graves enfermedades mentales que los provocaba a comportarse de
manera que yo nunca había vivido. Tuve miedo, he de confesar que, la noche de
antes, aquella desazón me robó el sueño, el no saber lo que me deparaba a otra
mañana, la inseguridad de un futuro incierto, la tendencia de nuestro ser por
controlarlo todo. Solo podía rogar a Dios que me ayudara a la otra mañana con
aquél cometido poniendo todo tipo de excusas de que no sabría hacerlo bien,
como Moisés hizo ante el mandato de Dios Ex.3:11
en adelante.
Cuando llegué al lugar,
mis temores solo supieron aumentar mi ya fundada congoja e intenté evitar todo
contacto con los ancianos cuando me quedé sola con ellos y la hija de estos se
marchó diciéndome que debía de sacarlos a pasear a media mañana. Retrasando el
momento hasta lo inevitable que la hija regresó a casa inesperadamente y
viéndome allí sentada con ellos me obligó a sacarlos, pero ella se quedó para
ayudarme, gracias a Dios, me dije, que la hija estaba allí. El Señor es bueno,
me repetía, pero una vez en la calle volvía a estar sola ante mis carencias y
la hora de regresarlos a casa se acercaba y mi miedo se convirtió en terror en
estado puro. Nunca había sentido aquella angustia y desesperación a ese nivel
de necesidad. Sabía que al momento de regresar a casa y levantarlos de la silla
de ruedas se me caerían al suelo y me echarían del trabajo. Todo mi ser
temblaba y ya no sabía qué más rogar. ¿Por qué había dejado la comodidad de mi
casa para pasar tan mal trago por un solo día? Lo mismo se preguntaban los
Israelitas cuando llegaron al Mar Rojo en Ex.
14:11-12 ¿No había sepulcros en
Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? Estaba en un
callejón sin salida, la desesperación y la angustia me ganaban la batalla, me
sentía entre la espada y la pared. Sentimientos no muy diferentes a los del
pueblo de Israel: A un lado los carros del faraón, al otro el Mar Rojo “¿Qué
haremos?” Eso nos preguntábamos todos, pero ¿es acaso Dios indiferente a
nuestros ruegos? ¿No escucha Él nuestras aflicciones? ¿Por qué ponernos en tal
aprieto? Me sentía como los Israelitas frente a Baal-zefón, lugar donde, según los estudiosos de la época, era
geográficamente y militarmente, como una calle sin salida, el peor punto donde
colocarse frente al Mar Rojo y ser atacados por el enemigo. Ex.3:7 Bien he visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he oído su clamor
a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Algo que tenemos
que tener bien claro y no dudar jamás es que nunca estamos solos.
Bueno y ¿qué pasó al
final? Te estarás preguntando, pues bien sabemos lo que le sucedió al pueblo de
Dios, porque nosotros tenemos la historia para leerla, pero ellos estaban allí
en ese momento viviéndola en vivo y en directo sin saber, como yo aquél día que
parecía tan fatídico y sin esperanza alguna de sobrevivir, ¿por qué nos puso
Dios en Baal-zefón? pero lean lo que Moisés declaró para tranquilizar el
corazón de todos en Ex. 14:13-14 No temáis; estad firmes y ved la salvación
que el Señor os dará hoy, porque los egipcios que hoy habéis visto, no los
volveréis a ver nunca más. El Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis
tranquilos. El Señor quería pelear la batalla por ellos, desplegar toda su
gloria y dejarnos maravillados de su grandiosidad y poder. Les estaba diciendo Ex. 14:3-4 Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la
tierra, el desierto los ha encerrado. Y yo endureceré el corazón de Faraón
para que los siga; y seré glorificado
en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová.
Ya sabéis como Dios salvó a su pueblo, pero os
voy a contar mi final. Minutos antes de salir del parque en el que me
encontraba con este matrimonio de ancianos, ya cuando parecía que tendría que
enfrentarme a lo que tanto temía, la chica a la que sustituía entró en el
parque, mis ojos no lo podían creer ¿creer para ver? Incluso el discípulo Tomás tardó en
reaccionar teniendo a Jesús resucitado delante.
Mi boca no podía
desencajarse más por la sorpresa, porque de mis labios salió el último ruego de
súplica que me quedaba. “¿Puedes venirte para ayudarme a meterlos en casa?” Y
ella sonriente me contestó “Claro” Es indescriptible escribir aquí el máximo agradecimiento
a mi Padre que sentí en ese momento, los sentimientos de amor que fluían dentro
de mí “Mi Padre me ama” “Vino a mi rescate” El Amor, la Gloria, Su Gracia no
pudieron manifestarse aquél día de manera más palpable. Él ya tenía planeado
todo ese día con todo lujo de detalles ¡cómo hace siempre! Nada salió como yo
quería y todo salió como Él quería. Jeremías
28:11 (RVactualizada) Porque yo
sé los planes que tengo acerca de ustedes, dice el SEÑOR, planes de bienestar y
no de mal, para darles porvenir y esperanza.
De regreso a mi casa me
faltaban palabras para agradecer a Dios de su gran bondad, sentía extrema
necesidad de agradecer, tenía la impresión de que, ni sabiendo 11 idiomas más
iba a ser capaz de expresar lo que fluía dentro de mí. Terror convertido en
Esperanza; toda mi angustia desvanecida en un Canto de Júbilo; la desesperación
que me afligía transformada en Gracia. Mi trabajo aquél día era el de Estarme quieta, y conocer quién era Dios
(Salmo 46:10), en esencia, solo
tenía que confiar y estar tranquila, pero nuestro espíritu orgulloso y
autosuficiente nos hace querer ser muy valerosos, pero que pronto nos
comenzamos a asustar cuando las cosas no salen como queremos y perdemos el
control de todo y miramos al cielo como la única esperanza que nos queda y
comenzamos a clamar. Así mismo hizo el pueblo de Israel.
Después de lo ocurrido, Baal-zefón ya no parece un lugar tan terrible si el Dios de los
ejércitos va a estar allí para pelear la batalla por mí.
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