
Sé, por muchos que, llevan extremo, a veces, cuidado a la
hora de hablar delante de estas pequeñas criaturas, pero en el día a día las
defensas se nos bajan y al final acabamos hablando más de lo que deberíamos y
es cuando llegamos a la adultez que nos damos cuenta de que, algunas de las
frases que ya escuchamos de pequeños, las repetimos a una mayor edad.
El tiempo está loco.
Al que madruga Dios le ayuda.
Todos los caminos llevan a Roma.
A mala cabeza, buenos pies.
Hay que comer de todo para estar sano.
Todo, sin exceso, es bueno.
En mis tiempos…
Yo no estoy gordo, soy de huesos anchos.
Yo soy gordita porque mi metabolismo no me hace perder.
Vamos caminando por la calle, hablando con la vecina,
leyendo algún libro contemporáneo o comentándolo a nosotros mismos en algún
punto del día, pero si te paras a pensarlo, ¿cuántas veces te has parado a decir
alguna de estas frases hechas? Y lo mejor de todo es que no tienes ni que
pararte a pensarlas, es como un mecanismo que se autoriza así mismo y salta a
nuestra mente cuando tiene ocasión, quitándole lugar a alguna otra frase con
más base lógica.
¿Por qué digo con más base lógica? Bueno dígase que para
este artículo, solo me estoy basando en mi experiencia, no he hecho ningún
examen, ni test a las personas y hablo solo desde mi punto de vista, pero
espero que con mi explicación, si alguno de vosotros no cambia de opinión, al
menos me pueda comprender.
Muchas de estas frases que ya conocemos y otras que no he
puesto (la lista sería larguísima) tuvieron una explicación el día que
nacieron, seguro, pero que a día de hoy, estoy segura al 100%, que ya no se
puede aplicar a todo en la vida. No, no
a todo al menos.
Fue durante uno de esos muchos días en los que estaba
hablando con mi esposo de manera filosófica de la vida, haciéndonos todo tipo
de preguntas cuando a mí, precisamente a mí, mi mente fue a agarrarse a una de
estas frases tan típicas que llevamos repitiendo desde que tenemos memoria
(seguramente con los años iríamos añadiendo más y más a medida que las fuésemos
oyendo) y la solté. Tal cual me fue saliendo por la boca, un remordimiento
comenzó a morderme las neuronas y entonces frené.
Me reafirmo al decir, que si de niños repetíamos “como loros”
y se nos “pegaba todo” de lo de alrededor, cuando somos adultos no corregimos
esto. Pues seguimos repitiendo y se nos siguen pegando cosas, solo que con
nuestra madurez de cerebro, somos más selectivos y pasamos un filtro para lo
que queremos retener y para lo que no. Y lo peor, desde mi punto de vista, que
lo repetimos sin preguntarnos si será algo cierto o no. Yo, en aquella conversación
con mi marido lo vi muy claro y desde entonces, ya no ando repitiendo lo que
creo que no lleva razón. Dejadme que os ponga unos ejemplos muy sencillos y
prácticos.
No sé que tiene nuestro cerebro, que cuando algo se nos
inculca desde de la más temprana y tierna edad, que con los años no nos podemos
desprender de ello y sentimos como si estuviésemos haciendo mal, nos sentimos
culpable, como si le hubiésemos tomado cariño a esas palabras que por separado
solo significa algo en tu materia léxica, pero que juntas hacen una frase que
lleva a viajar por multitud de recuerdos. Son como un miembro más de nuestro
cuerpo. Esto, queridos, nos hace incluso renegar de nuestra querida amiga la
Ciencia y, que no se ofenda nadie, pero nos idiotiza también al negar lo que
tantas veces ya esos microscopios han
demostrado y están demostrando constantemente a día de hoy.
¿Por qué nos idiotiza contra la propia ciencia? Cuando los
estudios científicos hablan, demuestran, testean y comprueban y muchas veces
nuestros ojos lo ven alguien cercano (por desgracia) que el tabaco es una droga
legalizada, que está ligado a multitud de enfermedades, de cánceres y demás y
todavía, yo misma lo he escuchado con mis propios oídos, hay personas que
afirman bajo su punto de vista, punto de vista vacío y sin base hay que decir,
que el tabaco no hace tanto daño y que tal abuelo de uno murió fumando y no
tuvo ninguna enfermedad, estás negando a la ciencia. Aquél abuelo no tuvo
ningún problema en los pulmones (que fuera visible) pero estuvo en riesgo toda
su vida comprando papeletas para que le cayera esa lotería.
No negamos a la ciencia cuando nos enseña como funciona
nuestro ADN, como dan resultado las vacunas o medicinas, pero en nuestra
idiotización mecanizada de que algo nos gusta y queremos hacer, ahí es cuando
nos creemos más sabios que los señores de bata blanca, más sabios que sus
estudios y más sabios que toda esa universidad.
Lo mismo nos ocurre diariamente con el alcohol. Tan
implantada está en nuestra sociedad desde una temprana edad ya (por desgracia)
que es como arrancarse un brazo al desterrar estas bebidas que nos acompañan en
todas las fiestas, comida, depresiones, alegrías, soledad. A los científicos ya
les duele decir que “no hay consumo moderado que te quite el riesgo de padecer
alguna enfermedad que derive de estas bebidas” pero ahí vamos nosotros con
nuestra sabiduría y decirnos: “Hombre, yo siempre he dicho que nada en exceso
es malo” O quizás más comúnmente conocido como “Todo con moderación es bueno”
¡Ole!
Muy recientes estudios, junto con los del alcohol, están
dando muchas vueltas por ahí en boca ya de muchos que quieren hacer una vida
más saludable y comprar menos papeletas para que nos toque la lotería del
cáncer. Hablamos de la nutrición y toda esta campaña que hay por la televisión,
en charlas y demás, acerca de cómo comer más saludable porque nuestro país ya
alcanzó a América en cuanto a la obesidad que ya tenemos aquí. Habrás escuchado
de muchos artículos hablar del azúcar, como un veneno silencioso. Cómo el
exceso de carne roja y procesada (salchichas, hamburguesas…) puede dar cáncer.
Menos habrás escuchado hablar de las grasas trans, vegetales hidrogenados,
aceites malsanos, porque dado que estos se encuentran en el 98% de la bollería
industrial, Fast food, comida
precocinada y golosinas, las compañías no quieren darles mucho bombo, no sea que te lo creas y
comiences a llevar una vida menos perjudicial.
Muchos se vuelven
locos entonces quitándose cosas de comer, como reducir la sal, el azúcar, los
refinados (algunos incluso deciden de quitarlos por completo de su alimentación
viendo resultados muy favorables) los alimentos procesados, la bollería industrial…
y una larga lista de productos malsanos. ¡Qué barbaridad! Dirán los
catedráticos más estudiosos y entendidos y añadirán: “Hay que comer de todo
para llevar una dieta saludable” ¡Ole!
Fuera de la nutrición, estos días se escucha mucho esto de “El
tiempo está loco”. Porque un día hace frío, al siguiente suben brutalmente las
temperaturas, luego caen lluvias
torrenciales, hay tsunamis inesperados… A lo mejor el tiempo no está loco, es simplemente
la manera que tiene de responder al maltrato exponencial que el ser humano, no
ningún tipo de animal o insecto o animal marino… Solo el ser humano, el único
que ha maltratado y sigue maltratando el
hogar en el vivimos. El tiempo no está loco, está respondiendo al daño que le
estamos haciendo a la capa de ozono, a las muchas plantas y animales que
logramos que se extingan, a las extremas contaminaciones que provocamos, al
cambio climático. No sé que cosa será la primera en matarnos a todos.
Si te estás preguntando si yo soy catedrática o científica o
nutrióloga, no. No lo soy. Pero como todos, lo revistas, me informo y escarbo
por la red más debajo de lo que la superficie te presenta, como los artículos
de copia y pega que están todos sitios repitiendo una y otra vez (artículos, de
paso digo para que lo investiguéis vosotros, patrocinados, precisamente, por
malas compañía de malsanos productos que hacen que dudemos y hacernos creer que
una fruta es mala a cierta edad, pero un procesado es mejor) lo que tus oídos
quieren escuchar, lo que tu cerebro te pide. ¿Y qué te pide? Todos esos
productos (porque tienes que aprender a diferenciar entre producto y alimento)
que tanto nos gustan y que nos hacen decir: “¿Por qué será que todo lo malo es
lo que mejor sabe?” Te animo a que investigues concienzudamente y no busques
las respuestas de las compañías que te gritan a cascoporro que un bollo industrial es la merienda perfecta de hijo
y no intentes hacerle un dulce en casa si
va a estar basado en ingredientes refinados como este bollo (harinas y
azucares refinados en grandes o pequeñas cantidades) porque no estarás
cambiando en nada.
Por eso a día de hoy digo que no, “no todos los caminos
llevan a Roma” No por ejemplo en el caso de la nutrición y en muchos otros
casos de la vida.
Muy interesante el artículo. Es cierto que, por desgracia, la sabiduría popular ha traído muchas veces consecuencias negativas. Es como los típicos remedios que se han pasado de una generación a otra y que muchas veces hacen más daño que bien porque están basados en... nada. Por ejemplo el famoso y milagroso método de tomar Acuarius para las gastroenteritis. Es buenísimo según la gente. Claro, que si pensamos que te estás echando limón (que es cítrico y ácido), azúcar y un puñado de cosas chungas, veremos que tan bueno no va a ser, no. Pero claro, para eso, como dices, hay que dejar a un lado la tradición y buscar el sentido común.
ResponderEliminarPasa con todo. Con la alimentación, como dices (muy buenos los ejemplos que comentas) o con incluso actuaciones en la vida. El problema de los refranes o frases hechas es que, según pienso yo, se hicieron para circunstancias muy concretas y a veces se pueden aplicar, pero relativamente. El hecho de que su aplicación sea relativa y se tenga que dar una circunstancia concreta para que sean verdad significa que estas frases hechas nunca tienen una verdad total o absoluta.
Lo curioso, con esto último que comentas de los bollos como merienda y tal es que, si lo piensas, parece que las frases publicitarias, de alguna manera, hubiesen pasado a formar parte de la sabiduría popular e incluso de nuestra forma de proceder diaria. "Nocilla, el mejor desayuno", o "La merienda de los campeones", etc... Y al final se nos ha quedado como una verdad universal. Esto demuestra que el ser humano es muy fácilmente manipulable y, lo peor, las generaciones que vienen detrás también lo son. Eso nos lleva al principio de tu artículo... Y es que es cierto que somos como esponjas. Es hora de que, en vez de una esponja en el cráneo, hagamos por tener un cerebro :-)
Un saludo y magnífico artículo, como siempre.
Hola!
EliminarMe congratula y alegra saber que, aunque habrán muchos que me peleen lo que dije, no estoy sola en el mundo este fiero y aún tengo aliados. Eso siempre te da esperanzas.
Gracias por tu respuesta, bienvenida es y bienvenido tú cuando quieras.
Un abrazo.