Este blog funciona mejor con
Google Chrome

12 jun 2022

La Escuela del Espíritu Santo: Profunda tristeza que no abandona

 


Cuando has pasado por una etapa sumamente difícil, tal como un duelo u otras circunstancias y pasan los días y las semanas y te vas encontrando mejor, pero hay una tristeza profunda y perenne que empaña tus días, te das cuenta de que ya no consigues sonreír como antes, aunque no estés ya llorando, si quiera, por los rincones, como al principio.

Sí una de las cosas que has abandonado, es tu lectura diaria o tu entera comunión con el Padre... bienvenida/o.


Pareciera que lo más importante, en esos momentos es olvidar lo sucedido lo más rápido posible y por eso que comenzamos a hacer continuas actividades para tratar de olvidar el dolor mediante otras distracciones y sustituyes las visitas al médico, para tratar tu herido corazón, por series de televisión, comida, viajes, limpiezas profundas en casa, lecturas, compras compulsivas u otras cosas.

Si eres negligente con esa herida, las distracciones no lo van a sanar y cuando estés quitecito sin hacer mucho (como viene ser la hora de irse a la cama a dormir o la hora de despertar en la mañana) o haciendo cosas que te puedan recordar a aquella fatídica circunstancia, vas a sentir el dolor y la tristeza asomará de ahí de donde la quisiste esconder, porque nunca la curaste como debiste.

 Te entiendo (Click aquí para leer mi historia). Yo también pasé por un terrible suceso que marcó mi vida y traté de lamer mis heridas mientras me distraía con cosas o personas. Pero una tristeza residual quedó fija por mucho tiempo sin que me diese cuenta, pero resurgía en la quietud. La distracción no es la solución, ni el ahogar el flujo de tus pensamientos y sentimientos por estar haciendo cosas. Es una tirita en un herida que no para de sangrar.

Yo también fui negligente a la hora de ir al médico y abandoné mi citas a la consulta pensando que no era mucho, que con los días estaría mejor, que "el tiempo lo cura todo" y que lo mejor era no pensar y distraerse. Pero desperté cuando mi marido me dijo que, "nadie puede ayudarte, porque es un camino que tienes que recorrer sola. Date tiempo, pero yo estaré aquí para lo que necesites"

Fue ahí cuando me di cuenta de que, "no puedo. Yo no puedo sanarme sola porque me está sobrepasando el dolor. Realmente no sé por donde cogerme para sanarme, no sé qué necesito porque nunca antes me he encontrado así. Necesito ayuda, de algún profesional" Fue entonces cuando me di cuenta de que había quitado el gobierno de Dios de mi corazón para poner multitud de cosas, pensando yo, que me ayudarían a sentirme mejor. Dejé de mirar a la Cruz y comencé a correr como "pollo sin cabeza" buscando refugio y felicidad en cosas efímeras y terrenales. El Espíritu de Dios, que vive en mí, había empezado a sonar más alto que el ruido que yo estaba haciendo, para bajar el volumen de mi dolor, y me hizo recordar...

Entonces recordé al médico que por tantas ocasiones me había sanado gratuitamente. Recordé que no tengo por qué pasar por esto sola, que no tengo por qué sanarme sola cuando yo no sé y puedo acudir a quién me conoce y sabe cómo debe de recomponer mi corazón, otra vez. Me di cuenta de que había olvidado el bálsamo de su Palabra día tras día, lo que, realmente, siempre me había sanado. Nuestras conversaciones se habían vuelto en ruegos y lamentos muy monopolizados por mi dolor. Confiar en Él y en su propósito y que Él tenía control de todo, era ya una base buena de la que partir, pero ahora tocaba sanar las heridas y no dejarse llevar por la tristeza.

Sabía que no estaba haciendo las cosas bien cuando empecé a tener sueños donde caminaba perdida. Recuerdo en aquellos sueños, que yo sabía perfectamente a dónde quería ir. Tenía claro lo que quería alcanzar, pero había olvidado el camino y andaba errante, frustrada, porque no encontraba la senda que me debía de llevar hacia aquello que yo quería. ¿Qué quería? Pues, por supuesto, volver a mi ser anterior donde tan bien me sentía, donde no había un profundo y seco dolor en mi pecho; donde sonreía con facilidad; donde soñaba en paz; como si no hubiera pasado nada...    

Bueno, si en verdad es tu deseo salir de esta situación que te atrapa en dolor y continua tristeza, si estás dispuesto a abandonar un pasado del que ya no puedes aferrarte más y si echas la vista atrás para recordar las veces que Dios te sanó, estás de suerte, porque ese médico no ha debilitado sus habilidades, no ha envejecido ni se ha jubilado y con la misma fidelidad con la que te atendió, todas aquellas veces anteriores, cuando fuiste a su consulta, está hoy aquí para seguir untando tu destrozado corazón con su bálsamo de amor.

Es tiempo de dejar de correr sin sentido a un lado y a otro y descansar. Nuestro Padre nos ofrece un cómodo sillón donde sentarnos para descansar mientras él opera en nuestras vidas, no para dejarnos como antes, sino para mejorarnos después de lo sucedido, pero no solos. Con Él.

¿Cómo ir a la consulta del Padre para ser sanado? Debes de retomar la comunión con Él. Cogerla donde una vez la abandonaste antes de la desgracia que te aconteció.

Al principio, es probable que las palabras no salgan. No importa. Dios está escuchando tu dolido corazón. Puedes ponerte unas canciones de adoración y simplemente escucharlas, dejarte llevar, orar interiormente mientras lloras, si tienes que llorar. Ten tu Biblia cerca, por si te animas a abrirla. Tómate el tiempo que necesites, no le pongas un cronómetro a tu tiempo con Dios, por eso, déjame recomendarte, que escojas un momento del día donde sepas que podrás tomarte todo el tiempo del mundo o al menos, el bastante como para no ser interrumpido con prisas.

Hazlo a diario, varias veces al día, lo que vayas necesitando hasta que puedas orar, confesar, arrepentirte, agradecer, declarar su soberanía y fidelidad...  Deja que el Espíritu te guíe.

Sobre todo, recuerda que esto es un proceso. No es cosa de un solo día. Si te has roto un dedo no se te curará en un solo día con la única visita al doctor. Necesitarás tiempo de estar yendo, esperar a que la escayola haya su trabajo en ese hueso partido, ir a fisioterapia para volverle al dedo su elasticidad. La perseverancia y la constancia es la clave.

El primer día que me puse a buscar a Dios, cuando decidí que era tiempo de volver, solo pude llorar. Quebrantada estuve por un rato y mis labios no se abrieron para nada. Simplemente, las palabras no fluían. Me di cuenta de cuánto dolor tenía todavía escondido y vi una imagen entre lágrimas con mis ojos cerrados. Una mano se posaba en mi hombro y yo me giraba y la cogía para besarla mientras gritaba: ¡Dios! Ahí estaba. Mi Padre estaba ahí. Siempre estuvo, a mi lado, pero yo no lo había mirado ni buscado, pero ahí estaba Él y en el preciso instante en que me puse a buscarlo, no tardó en decirme "Aquí Estoy" Una felicidad sobrenatural me quebrantó y el resto del día me sentí mucho más animada, tranquila, feliz.  El viaje de mi proceso había comenzado.

Te animo a que no abandones tu búsqueda y la sanación de tu corazón. Un solo día, no es suficiente. No te hagas el valiente pensando que con una sola dosis, el dolor pasará, porque si haces como yo y lo haces, volverás a recaer. Hay que limpiar la herida, hay que coserla para que deje de sangrar, hay que curarla a diario para que no se infecte hasta que ya puedas decir: Dios me sanó, otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

*O* Por favor... lee bien la entrada antes de postear.
♥ Gracias ♥

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...