Mujercitas me
deja con un sin fin de frases atemporales que sirven para todas las épocas y
para todos los momentos del año, la inmensa mayoría de ellas, provenientes de
la tan sabia, Sra. March. Es un libro que se ha escrito con cariño e
inteligencia. Impregnado de un montón de versículos bíblicos, de amor a Dios,
conductas morales a seguir y todo por lo que hoy día, ya no se vive. Un libro
que te habla de la abnegación, de la felicidad en el servicio a los demás, de
desechar la vanidad, de abrazar el contentamiento, de ver la riqueza en tu
pobreza, de poner la otra mejilla, de dar consejos que uno mismo anda siguiendo
primero, de confesar tus pecados, de perdonar, de amar al prójimo aún cuando te
esté hiriendo y tantas y tantas cosas que hoy día no verás por ningún sitio...
Mujercitas,
como todo buen clásico que se precie, aporta una serie de cosas que, hoy día,
ya no se podrían volver a poner en sus traducciones actuales porque sería políticamente incorrecto, como el hecho
de que un día, cuando la Sra. March quería aleccionar a sus hijas acerca del
ocio, describe así: ''La Señora March volvió y encontró a las tres chicas
mayores trabajando como unas negras a media tarde'' No. Creo que esto es algo
que no volveremos a ver.
Y habiendo acabado el libro por segunda vez, solo puedo
coincidir conmigo misma en una cosa: La parte que más he disfrutado ha sido la segunda, pero a diferencia de la primera vez, la primera parte del libro fue la
más educativa e instructiva. Pero, vamos por partes. Aquí os dejo el enlace al
primer artículo que hice del libro primera parte y segunda parte. ¿Por qué los
divido? Aquí en España hubo un tiempo donde esta novelita se vendía así, con
una primera y segunda parte. Este artículo será de las dos partes juntas, como
un todo de un pastel que nunca debió de verse separado por las editoriales (y
que tengo que conseguir en una edición muy bonita de papel para tener en mi
estantería)
Louisa May Alcott escribió Mujercitas y luego hizo una segunda parte llamada: Hombrecitos, que aún no leí. Louisa se
considera la cronista de la familia March
y es una narradora que nos cuenta la mil y una batalla por las que esta
familia, tiene que pasar durante los años descritos aquí. Su pluma es ligera y
sabia, me recuerda a Dumbledore cada
vez que la Sra. March abre la boca para hablar con sus hijas. Todo lo que dice
esta mujer, es para enmarcar. De su forma de escribir, me gusta cuando rompe
esa cuarta pared y se dirige a
nosotros, al lector, para aclarar algo o para estar, supuestamente o
secretamente, de acuerdo con nosotros en algo.
La historia de la familia March, nos solo abarca a los
cinco miembros más representativos en toda la novela, sino que se extiende
hasta la casa de al lado, donde el Señor Laurence y su nieto viven, al igual
que veremos más páginas con Hannah y el Sr. March, aunque este tendrá más acto
de presencia a partir de la segunda parte.
La historia de las
mujercitas
de la casa abarca, desde el comienzo hasta el final de la historia, un total de
10 años, eso creo, porque tengo por referencia a Jo que empieza con 15 y las
últimas páginas del muestran a una Jo de 25 ¡y cuántas cosas suceden en 10
años! Hablemos de las niñas y cómo es cada una de ellas. La propia autora
escribe ''los gustos de las muchachas diferían tanto como sus caracteres''
Meg: Su
historia comienza con 16 años de edad, recordando la vida holgada y bella que
tenía cuando eran ricos (porque el Sr. March, su padre, perdió su fortuna por
ayudar a un amigo). Meg se queja mucho de ser pobre y añora el tener cosas
bonitas. Ama los lujos y vestirse bonita para que la vean. Meg sigue teniendo
amistades que presumen todavía de vivir cómodamente y ella se siente inferior,
aunque, en el libro, ninguna de sus amistades la ridiculiza por ser pobre, pero
sus tentaciones son grandes y son muchas veces, tanto de joven, como de casada,
que tiene aprender y reaprender, que en la pobreza también riqueza. Meg es, sin
duda, más que Amy, a la que más le cuesta aceptar su pobreza y contentamiento.
- El otro día decías que serías completamente feliz nada
más que con poder visitar a Annie Moffat -Observó Beth tranquilamente.
- Verdad que lo dije, Bueno; estoy alegre y no me quejaré;
pero parece que cuanto más se recibe más que quiere... (Meg)
Jo: Su
historia comienza con 15 años de edad y nació en Noviembre. Jo anhela ser un
hombre para vivir con las libertades que ese sexo le brinda. ''Si a la gente le interesa más mi ropa que mi
persona, no tengo el menor deseo de verlos'' Quiere silbar, correr por la
carretera, no tener que sentir el incordio de clavarse 19 horquillas en el pelo
para ir elegante. ''Una verdadera señora
es conocida por el calzado limpio, los guantes y el pañuelo''. Detesta las
tareas domésticas y quiere vivir independientemente. Las restricciones que la
época le impone por ser mujer, es algo que Jo no puede aceptar a esa edad. Su
hermana Meg la describe así: ''Eres como
un erizo de castaña; por fuera, estás llena de pinchos, pero por dentro eres
pura seda y tienes reservado un fruto dulce para quien llegue hasta él. Tarde o
temprano, el amor hará que abras tu corazón, y entonces la parte áspera de ti
desaparecerá'' Jo no es nada sentimental, aunque escribe de romances y su
afán por ser escritora la lleva a abandonar sus principios por ganar algo de
dinero. Esto fue lo que le ocurrió cuando quiso vender una de sus historias
mientras estaba en la casa de la Sra. Kirkie en New York:
- Pero , señor, yo creo que toda historia debe transmitir
un mensaje moral para ayudar a que unos cuantos pecadores se arrepientan.
-Mire, la gente quiere pasar un buen rato, no que le den
un sermón. Hoy en día, lo moral no vende.
Jo accede y luego se avergüenza al reconocer las
historias tan picantes que llegó a salir de su pluma por querer hacer dinero.
Pero la otra flaqueza de Jo es su fuerte carácter, carácter compartido y
entendido hasta lo sumo por su madre, que un día le confiesa que ella fue igual
y es a través de ella que recibe los mejores consejos. ''Vela y ora, querida mía; no te canses de intentarlo y nunca pienses que
es imposible vencer tu defecto'' Jo March, que tan segura parece en todo,
teme que se haga realidad su mayor miedo, el de ver separada a su querida
familia por culpa del amor. ''Jo experimentaba
la sensación de que durante aquellos quince días, su hermana Meg había crecido
extraordinariamente y se alejaba hacia un mundo donde no podía seguirla.
''Desearía poder casarme con Meg yo misma, para guardarla segura dentro de la
familia.''
Beth:
Su historia comienza con 14 años de edad. Beth es demasiado tímida para ir a la
escuela, lo había intentado, pero sufría tanto que abandonó y recibía sus
lecciones en casa con su padre (como luego haría Amy por otros motivos muy
diferentes). Cuando su padre faltó para ir a la guerra y su madre se volcó en
las labores sociales de la zona, Beth siguió estudiando muy diligentemente,
aunque sola y ayudando en la casa a Hannah en todo lo que podía, sin rechistar.
Amante de la música, gentil, sencilla y poco quejosa. Beth no tenía ambiciones
de futuro, como luego confiesa a finales de su enfermedad con Jo, y era feliz
con todo lo que le rodeaba.
Amy: Su
historia comienza con 12 años y es la más pequeña de la casa (a diferencia de
la versión de 1949 que es Beth). La mayor pena de Amy es su nariz que no es
como ella querría que fuera (pero no la verás durmiendo con una pinza, como en
su adaptación de 1949) Al parecer, Jo tuvo un descuido con ella cuando era
pequeña. Amy quería una nariz aristocrática, porque siempre iba alardeando de
que se convertiría en una gran dama, que se casaría con un hombre rico, porque
detestaba ser pobre, pero no era, ni por asomo, la vanidosa Amy que vemos en la
película, esa es Meg. En la escuela, Amy era muy querida por sus compañeras y
se llevaba bien con todos (vaya diferencia, es con este personaje con el que
más discrepo en la adaptación) Amy es de buen carácter y fácil de tratar. La
falla de Amy es ese gran deseo de convertirse en una gran dama, porque siempre
iba con esos aires de querer aparentar lo que no era. ''Tienes bastante talento y virtudes, pero no hay que hacer ostentación,
porque la vanidad estropea el carácter más fino'' Amy es el personaje que
más aprende de sus errores, con mucha conciencia, aun cuando pasa por momentos
más dolorosos, el amar a tu prójimo
sin condiciones la lleva a dar un buen ejemplo de una buena cristiana. ''Es es la mejor actitud, querida, siempre es preferible responder con
un beso a una bofetada (poniendo la otra mejilla) aunque en ocasiones nos cueste darlo.'' (Madre a Amy)

Creo que, sin duda, todas evolucionan a lo largo de 10
años, pero el cambio más profundo y doloroso existente entre estas páginas,
para mí seguirá siendo el de Jo March. Su carácter intempestuoso y profundo, su
corazón lleno de bondad, su honestidad y firmeza... todo siendo moldeado por
las crudas experiencias de no saber cómo tratar, sin romper, un corazón que
está sumamente enamorado de ella y por la sombra de la muerte que se cierne
sobre su familia, lidiando a la vez con las tormentas de su carácter. Jo pasa
del llanto a la alegría y a la indignación en una misma página y no se siente
capaz de controlar tantas emociones fluyendo de ella. Al final de libro, Jo,
que nunca le importó pasar tiempo sola, que sus libros y papeles eran su sueño
predilecto de cada día, donde pensar en enamorarse era el terror que haría
explotar la felicidad de su burbuja en su casa... Jo pasa a ser una mujer con
muy diferentes prioridades y se la ve, más feliz que nunca. Es inmenso y
precioso este personaje. La veo en mi cabeza sonreír, radiante y plena, después
de haber conseguido lo que, una vez de joven, nunca se le pasó por la cabeza.
Cuando Meg y Jo empezaron a tener más conciencia de que
eran las mayores de las cuatro hermanas, jugaban a las mamás y tomaban bajo su
cuidado a una de las pequeñas a las que acababan por influenciar mucho. Meg fue
siempre la mejor amiga de Amy y Jo fue la confidente de Beth. De estas dos
relaciones, Beth siempre fue la que más amó a Jo y de la que más se apenó a la
hora de despedirse.
Las cuatro hermanas tiene su momento de gloria para aprender de sus defectos y errores, hay
capítulos enteros donde, la autora, nos permite ver más de uno y dos tropiezos
en la vida de las muchachas. Esto nos ayuda a observar la evolución de cada una
de ellas, también cuando el Sr. March
regresa y, sentado junto al fuego junto con Beth en el sofá, habla a sus niñas
de sus antiguos “yo” y narra lo nuevo que él ve en ellas.
En esta primera parte también tenemos un grande abanico de sucesos
con el pequeño Laurie, algo
que no vemos tanto en la adaptación. Un niño con gran falta de cariño, sin
padres, que vive con su abuelo en una gran mansión y que cuando se acerca a la
familia March, toma a la madre por la suya y a las hermanas por sus hermanas.
Disfrutamos de muchos momentos de fraternidad entre ellos.
SEGUNDA
PARTE
De la primera parte a la segunda transcurren 3 años y muchas cosas
han cambiado.
Meg se casa
con un hombre pobre, porque el amor no entiende de riquezas materiales. Aunque
es la mayor y ya tuvimos la oportunidad de ver de sus errores en su
adolescencia, Meg ha crecido y sigue siendo un ser humano más con fallas. Esta
joven promesa tiene que seguir lidiando con las tentaciones de una riqueza que
no tiene y enfrentarse a un marido cariñoso que la quiere ayudar y a una madre
que siempre está dispuesta a dar el mejor y más adecuado de los consejos para
ella. “Sé por experiencia cuánta
felicidad real se encuentra en una casa pequeña, donde se gana el pan diario y
algunas privaciones san mayor dulzura a los pocos placeres” Pero Meg
tendrá que seguir aprendiendo de los errores de ser mamá por primera vez. Como
vemos, la evolución y aprendizaje de Meg y de todas, no acaba nunca. Como la
nuestra.
Jo sigue sin
ser una persona sentimental y ahora que tiene más edad, se ha dado cuenta de
que la mirada que Laurie le echa, ya no es la misma que cuando jugaban de
adolescentes y desea huir para ahorrarse el incómodo momento de tener que
rechazarlo. No está contenta con haber perdido a Meg, pero se conforma. Jo
quedará sola en la casa con el matrimonio de Meg y la ausencia de Amy en casa
de Tía March y el peso de la soledad y la tristeza de todo lo que tiene que
vivir la llevan a estar depresiva y ni los mejores momentos con el Profesor
Bhaer pueden animarla, pero cuando peor se encuentra, nuevos acontecimientos
vendrá que la harán sonreír y florecerá en ella una nueva persona y su carácter
se verá aplacado por las duras experiencias vividas.
Beth no está
recuperada del todo y no lo hará. Darse cuenta de que su vida acabará pronto la
lleva a llorar constantemente y preocupar a los que la rodean que no entienden
lo que le sucede, hasta que por fin lo acepta, abraza la nueva vida en el cielo
y se contenta. Sus últimos días en la tierra son conmovedores, tristes y bien
narrados. La autora nos hace el favor de dejar a nuestra imaginación muchas
escenas para no entristecernos mucho.
Amy que tiene
pasar muchas semanas en la casa de la Tía March para no ser contagiada por la
enfermedad de Beth, se convierte en la nueva señorita de compañía de la tía, la
que antes fuera Jo ahora queda desterrada, porque la Tía March se lleva mucho
mejor con Amy y Amy aprende a llevarse bien con ella. Siendo así, ahora las
oportunidades de viajar a Europa son de Amy y Jo no tiene más remedio que
resignarse y aprender a alegrarse por su hermana. Amy pasa los mejores días de
su vida viajando de forma elegante con sus dos tías y conocerá el amor.

Me he centrado en las cuatro hermanas, pero no puedes dejar
de pensar y releer las múltiples frases que la madre suelta por ese piquito de
oro, que son para enmarcar. Frases como “desear
ser buena con sinceridad es tener ganada media batalla” o “La señora de una casa debe de saber
hacer el trabajo que pide a sus sirvientes” Nos enseñan, primero, que hay
que poner intención en hacer las cosas bien y estar firmes en ello y, segundo,
que lo que vayas a exigir a los demás, aprende a hacerlo tú primero o no lo
demandes a otra persona. Muchas frases más las dejé repartidas por el artículo.
“El
amor desecha el temor (1 Juan 4:18.) y la gratitud vence al orgullo”
Como buena madre que conoce a sus hijas, sabe que la
soberbia de la juventud cree que sabe más que las experiencias vividas de una
persona que lleva más tiempo viviendo en la tierra, por lo tanto, una de las
cosas favoritas de esta madre y que siempre le resultaba era aleccionar a sus
hijas alejándose un poco de ella para que ellas mismas vieran el error en el
que habían caído por no querer escucharla a ella. Veamos el ejemplo de cuando
querían ser ociosas y no trabajar en la casa por una semana. Todo les salió mal
a las chicas y La Sra. March dice así.
“Pensé que una lección así les demostraría los resultados
de no pensar cada una más que en sí misma. El trabajo es saludable y hay
bastante para todas; nos libra del aburrimiento y de la malicia, es bueno para
la salud y el espíritu y nos da mayor sentido de capacidad y de independencia
que el dinero o la elegancia.'' La Señora March sabía que la experiencia era la
mejor maestra y, siempre que le era posible, dejaba que sus hijas aprendiesen
por sí mismas lecciones que, con gusto, les hubiese evitado de haberse prestado
ellas a escuchar sus consejos, en lugar de hacer justo lo contrario.”
La Sra. March es una madre que también quiso enseñar a
sus hijas el valor de atender a los más necesitados (aunque quizás, no está
escrito, se arrepintiese cuando el cuidado de uno de ellos llevó a su hija Beth
a la muerte) pero eso no quita nuestra responsabilidad de dar al que no tiene y
la satisfacción que crea el dar, más que el recibir, lo vemos aquí la mañana en
que la madre las anima a regalar su desayuno a quienes llevaban sin comer por
más de un día:
“Fue un desayuno muy alegre, aunque no participaron de él;
y cuando salieron, dejando atrás tanto consuelo, no había en la ciudad cuatro
personas más felices que las niñas que renunciaran a su propio desayuno y se
contentarán con pan y leche en la mañana de Navidad”
Quisiera escribir más, pero entonces estaría narrando
todo el libro y el final es espléndido y no le robaría a nadie el gusto de
leerlo por primera vez. Es, sin duda, un libro ejemplar, para ser leído y
saboreado y aprender de las faltas de las cuatro hermanas, ver nuestras propias
faltas, confesar nuestros pecados, arrepentirnos, confiar más en Dios y poner
de nuestra parte para vencer al mal
haciendo el bien.
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